California Costa Oeste es la primera parte del desafío #USA2019, un viaje por el oeste del país norteamericano de más de 10.000 km con un fondo social: recaudar fondos para la enfermedad rara de la Laminopatía.

Hemos tardado apenas tres semanas en cubrir los 2.000 km de recorrido entre Los Angeles, desde donde partíamos, hasta Crescent City, la última población visitada en este estado y donde nos robaron. Pero eso os lo iré contando en cada post.

Empezamos en Los Angeles y así fue la llegada al país norteamericano con mi Ducati Scrambler en el avión…

California Costa Oeste: la moto en avión

Si me preguntan que por qué en avión y no en barco que es mucho más económico o el alquiler, os responderé; alquilar para más de un mes sale carísimo, casi el mismo precio que traer tu moto. En barco es más económico, pero estarás mas de 30 días sin ella y después los trámites era sacarla del almacén suelen ser muy pesados…en avión es rápido y sencillo. (Aquí puedes leer cómo se hace).

Así que mi moto llegaba el mismo día que yo, por lo que sólo tuve que ir a por ella después de recoger mi maleta. «La sombra» y Mark, me esperaban para echarme una mano y en cuestión de dos horas, ya teníamos a mi Shutaki una preciosa Ducati Scrambler Urban Enduro («el animal más veloz» según la bautizaron en el desafío #Africa2018 mis amigos masaais) en marcha y lista para la aventura.

Comenzó el viaje hacia el oeste, ese que no sacan en las películas pero que existe…y esconde un montón de tesoros.

California Costa Oeste:  Ruta 1

Desde Los Angeles hasta San Francisco la carretera es muy bonita. Pero antes de salir, volví a recordar mi paso por la playa más famosa de esta parte: Venice. Una suerte de Benidorm o playa muy turística, llena de chiringuitos de ropa barata, tiendas de venta de marihuana y unos pocos restaurantes de dudosa sanidad. El único en el que podías tomar una cerveza está nada más comenzar el paseo, al lado de los puestos de tiro a la canasta y otras especialidades de feria.

Resulta divertido estar allí un rato, simplemente viendo pasar personajes por delante de la ventana, charlando con la gente más amable o dando un paseo. ¡Venice Beach no te dejará indiferente!

Una vez en ruta tomamos la Hwy1,  una carretera de dos direcciones que transcurre pegada a la costa. Hay que saber esquivar algunas poblaciones que no tienen ningún interés tomando las circunvalaciones. Pero hay otras como Santa Bárbara o San Luis Obispo, que no hay que perderse.

En esta última nos esperaba la hermana de Mark para tomar una comida. Una mujer simpatiquísima en una población que parecía sacada de un parque temático. Cada edificio  es una tienda o un restaurante, nada de casas donde vive gente. El ambiente es relajado y da gusto pasear por sus calles.

Una breve parada para continuar la ruta hacia el noroeste y dormir esta vez en un motel de carretera. California es caro, como lo es en general el país. Los hoteles de carretera tipo «West Hotels»»6″»8» etc.. suelen costar algo más de 100€. ¡¡Y no esperes un buen desayuno aunque ponga que es continental!! en realidad la comida deja bastante que desear

California Costa Oeste: Napa Valley

No podía ser de otra manera, tenemos que visitar «el valle de las uvas», Napa Valley.  Dicen que aquí están los mejores caldos californianos. El pueblo de Napa no tiene mucho de especial a primera vista. Los moteles tienen nombres que sugieren tipos de uvas, los establecimientos sirven buena carne y hay tiendas donde realizar catas por doquier. Beber vino a cualquier hora está bien visto.

Además, en Napa tienes un tren antiguo que te lleva por un recorrido viendo las bodegas y sus tierras a la vez que degustas caldos y comes algo que no sean carnes a la BBQ. Es un tren es precioso, de época,con un recorrido de unas dos horas. Pero nosotros habíamos venido a probar los vinos y Mark organizó una cata sólo para nosotros.

La bodega era asombrosa, con Indian, Harleys y un Chevrolet deportivo dentro. Los vinos, ricos. Para mi gusto un pelín dulces y jóvenes, pero sin nada que objetar, están bien terminados y me gusta probar cosas distintas…te abren la mente. Lo que no me gusta es le precio, demasiado, es sin duda un producto de marketing. Aún así, me compré una botella que aún llevo en la moto.

California Costa Oeste: Big Sur

La siguiente parte del camino cruza un parque nacional (Pfeiffer Big Sur State Park), desde San Simeón por el Big Sur, que es la costa más abrupta y bonita. En este camino, existen varios lugares para poder observar los elefantes marinos, que campan a sus anchas en las orillas de las heladas aguas del Pacífico.

Te recomiendo visitar otra pequeña población, también turística, pero con un estilo de casas diferentes, con tejados llenos de musgo, se llama Carmel-by-the-sea. Merece la pena dar una vuelta. Desde aquí solo quedan unos 200 km para llegar a S.Francisco, aunque debido a los precios altísimos de esa ciudad, decidimos quedarnos frente a ella, en Oackland. un gran acierto, ya que estás a 20 minutos de S.F y no es agobiante. Tiene tiendas, un precioso lago, una vida tranquila y marcha por la noche. Además, cuesta mucho menos que la capital.

Y cómo no, en San Francisco hay que visitar el Pier (el puerto) donde tomar algo viendo atardecer, recorrer algunas de sus calles, tomar una cerveza en una terraza y bajar con la moto la famosa y empinada calle Lombard, con sus curvas imposibles. Ya sólo me quedaba cumplir un sueño: hacerme la foto saltando junto al Golden Gate, la misma que en 2012 realizaba cuando llegaba de mi viaje de vuelta al mundo. Dicho y hecho.

Cerrábamos la visita a esta parte de California Costa Oeste visitando San José, donde se encuentra la sede de Bell y su laboratorio de innovación. La visita fue estupenda. Puede comprobar las medidas de seguridad con los que se fabrican estos Bell antes de venderlos, cómo los diseñan, el tipo de textiles que utilizan y comprobé in situ la garantía de seguridad del sistema FLEX3 de Bell, son los cascos que yo uso y me quedé mucho más tranquila.

California Costa Oeste: de camping

La Ruta 1 transcurre pegadita a la costa, hace frío pese a que estamos a mediados de junio, el aire que llega del Pacífico, húmedo y helado, envuelve en bruma la carretera. No nos permite ver con nitidez las montañas que dejamos a nuestra derecha. Pero el paisaje, cuando a medio día el sol puede más que las nubes, es impresionante. El agua azul marino, las rocas golpeadas por las olas sin piedad, la espuma que sube y baja…y una fila de coches interminable. Hay mucho vehículos rodando por esta misma carretera, pero merece la pena.

Al pasar por uno de estos pueblecitos, vemos que hay unas calles cortadas y la gente se arremolina bajo el cartel del Día del Padre. Es una feria de vehículos muy chulos, con el capó abierto enseñando el corazón. Vehículos clásicos, deportivos, antiguos (hasta había un Ford T) en un ambiente muy divertido y auténticamente americano. Desde el puesto de hot dog a un dólar hasta las herramientas de venta en el mercadillo.

Nos queda poco camino y aún no hemos acampado ni un día en la Costa Oeste de California, así que tomamos cartas en el asunto y buscamos un camping. En este Estado es mejor llamar para reservar, suelen estar llenos en esta época. encontramos uno (Van Dame Camp) que nos sale por unos 45 dólares la tienda. Además hay que sumar diez para la leña. Si te quieres duchar con agua caliente, un dólar más…Me pregunto si nos sale a cuenta pasar frío y humedad…

Por la mañana decidimos ir a desayunar a un café en el pueblo de al lado. Es pequeño y muy bonito, con casas de madera y bonitos jardines, llenos de vegetación. Mucha, como en Galicia. Es un pueblo turístico, está claro, los precios del café y la comida lo confirman.  Así es Mendocino, un pueblo pesquero de veraneantes. Está pegado al Jackson State Forest, una reserva de montaña.

California Costa Oeste: ¡¡Eureka!!

Una vez en marcha de nuevo retomamos la carretera número 1 hasta el cruce con la 101, donde abandonamos la costa. Es hora de alucinar con las gigantescas secuoyas, unos árboles milenarios (si, pueden vivir hasta 3.000 años) que nos dejan con la boca abierta.

El camino está lleno de pequeños parques en los que pagas de 5 a 10 dólares para entrar y puedes conducir a través del tronco de uno de estos gigantes. Puedes aprovechar para vivir esa experiencia e ir al baño, que aquí están bien cuidados y limpios.

Cuando llegamos al pueblecito de Eureka volvemos a retomar el camino de la costa, la 101 se retuerce entre curvas y barrancos para dejarnos sin palabras: entramos en la Avenida de los Gigantes. Y te da igual ir por la autopista o por la nacional, como nosotros. Lo que ves es impresionante.

California Costa Oeste: Red Woods

Llegamos hasta Crescent City por la 101, la autopista discurre en paralelo y Mark me cuenta que cuando era pequeño la estaban construyendo. Yo me imagino la cantidad de árboles que tuvieron que talar para hacer tres carriles por cada sentido, con la mediana en medio. Los Gigantes Rojos (un tipo de secuoya con la madera roja) impresionan aún más.

Y allí, en esta población pesquera en la que Mark vivió su infancia y de la que no tiene buenos recuerdos, nos quedamos tres noches. El primero día rodamos por una pista entre los gigantes, haciendo fotos y vídeos, usando el dron para intentar captar la impresionante belleza de este bosque antiguo. Quizás de los primeros que hubo en nuestro Planeta.

Buscamos lugares para comer, para cenar. Es difícil, todos cierran a las 9 de la noche, ni un minuto más ni uno menos. Al final acabamos en el casino, que hasta las 12 no cierran y tienen un restaurante estupendo. Lo mejor de todo es ver las inmensas maquinas tragaperras en las que metes los billetes y te devuelven el premio con un bono, nada de cash… Para entrar me piden el carnet, ¡qué bien! debo tener pinta de jovenzuela…la señora de seguridad es muy divertida:

-¿Me diría cuál es la máquina que está más «caliente»_ pregunta Mark

Claro_ responde la señora de uniforme_ el ATM (cajero automático).

Casi me muero de la risa, cuánta razón.

California Costa Oeste: ¡al ladrón!

Último día en el Estado de California y salida con sorpresa. Después de la noche en el casino, nos fuimos a dormir al hotel, son estos típicos de carretera de dos plantas con todas las habitaciones que dan al mismo lugar: el parking de vehículos. Pues al salir por la mañana, nos damos cuenta de que la bolsa con el equipo de camping (tienda, sacos, esterillas, cocina, mi caja de las especias y lo que más me duele, mi funda con mis palillos japoneses, cocina de gas, hasta unas pastillas de repuesto) ya no están sobre la moto. Lo habíamos dejado ya listo, con las redes de seguridad. Pero las redes están cortadas en el suelo, igual que las cintas para sujetar. Menudo chasco, ¡nos han robado!.

¿Raro? No.  Ha sido un descuido, por confiarnos y en esta pequeña ciudad como en otras de USA, hay indigentes, personas con problemas mentales, drogadictos, que viven en la calle. Han visto maletas y han decidido llevárselas, fuese lo que hubiere dentro, les serviría. Aunque nos dicen que no sirve de nada hacer una denuncia, llamamos a la policía. Lo necesitamos para el seguro y para que estén más atentos en futuras ocasiones.

El poli no nos da ninguna garantía…y la denuncia en sí, tardará de llegar al mail unos cinco días. Flipante, menuda mier***. Cuando hemos terminado todos los trámites y el poli revisa las cámaras del hotel en las que no ve nada, nos vamos hacia Oregón. el cambio de estado nos va a salir caro. ¡¡Menos mal que vamos bien asegurados!! siempre utilizo IATI (aquí con un 5% de descuento para ti).

Y así, más ligeros que nunca nos dirigimos hacia Seatle, donde cambiará nuestro rumbo y se tornará hacia el Este. Pero hasta entonces, seguimos en este viaje con corazón. ¿Sabes porqué digo eso? estamos recaudando fondos para una enfermedad rara, la Laminopatía.

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Siguiente capítulo: de Seattle a Utah pinchando aquí.

 

 

Alicia Sornosa

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