México en moto: continúa mi viaje desde el este al oeste de México, en moto. Esta vez me despierto en un antiguo rancho llamado Villamontaña, en la bella ciudad de Morelia. Pero no es un rancho al uso, ni siquiera lo parece, es un lugar que ha sido modificado en varias ocasiones y con cada remodelación ha ido guardando una historia…

México en moto: el hotel del alto

Después de una estupenda comida con todos los amigos que me han acompañado con sus motos por los tramos del mítico Rally de las Mil Cumbres, me queda muy poco camino  para llegar a mi lugar de descanso. La verdad es que estoy agotada y necesito escribir, repasar las fotos y clasificar los vídeos de estas dos últimas jornadas. Sigo a la moto que tengo delante, me vaenseñando el camino hasta el alto de la ciudad de Morelia.
Pronto veo un cartel: Villamontaña, Hotel Boutique. La entrada es muy bonita, con un arco que parece antiguo, en piedra y un montón de árboles y plantas frente a la puerta del edificio.  Me alegro haber podido llegar a un acuerdo con la central de Hoteles Boutique de México para dormir aquí. También doy las gracias mentalmente a mis amigos de Ruralka on Road, que son los que me han facilitado estos contactos. Acabo de recibir un mensaje en el móvil: «los dueños del hotel te esperan para tomar algo en el bar».

Me despido de la persona que me ha acercado hasta aquí y me registro en la recepción. Una enorme pintura que representa la conversión de S. Francisco comienza a despertar mi curiosidad…parece muy antigua y valiosa. Mi vista recorre la gran sala del lobby, donde reconozco alguna obra de arte, como unos ángeles que descansan a los lados de una enorme chimenea. Son de origen francés del siglo XVI…
Un mozo me lleva los bártulos entre las pequeñas callejuelas que forman el Villamontaña el lugar es estupendo, magnifico. La arquitectura desordenada dentro de un orden me encanta. Para acceder a mi habitación debo subir unas escalerillas de piedra. Dentro, tengo una cama enorme y un cuarto de estar. pese a que me sobra la mayoría del espacio, doy las gracias y me tumbo en el enorme colchón. Unos minutos de descanso, una ducha rápida y acudo al bar, a conocer a los dueños de este Hotel Boutique. Las vistas desde esta parte del hotel son increíbles. Se distingue perfectamente la ciudad, su catedral y la arbolada y amplia vía principal, su acueducto…

México en moto: Los tesoros del Villamontaña

Después de inscribirme en la recepción, un enorme hall con una robusta mesa de madera tallada,  me encuentro con los dueños del Villamontaña. Son una pareja mayor. Él tiene acento francés, mucho. Ella es una señora muy estilosa, delgada y con cara de simpática. Me presento y comenzamos una interesante y animada charla que dura algo más de una hora y que vamos regando con trasuntos de un  mezcal delicioso. En el bar también me llama una cosa la atención; tapando una de las paredes se muestra una gran pintura, es el Arzobispo de México, Juan de Palafox. Aprovecho para preguntar por las otras obras de arte que han llamado mi atención. Por fin los dueños, me cuentan la historia de este lugar tan especial.

«Antiguamente era un rancho, en Morelia no había casi nada en los alrededores. La gente viajaba en bicicleta o burro y sobre esta colina solo había familias humildes con su trozo de tierra. Un americano compró el terreno, era arquitecto y comenzó a construir el antiguo rancho. Años más tarde y tras varios procesos de construcción llego a manos del actual dueño, un señor de buena cuna francesa que hizo negocios de cacao en este país. Lo compró y restauró, trayendo determinadas obras de arte de una capilla familiar en Francia, de estilo Cisterciense del SXII.»

También me cuentan la historia de los cuadros, y de cómo llegaron hasta el hotel. Algunos pertenecieron de la aristocracia del momento, personas que compraron los lienzos en España y los taparon con otras pinturas para poder sacarlos del país, (sobre 1600 la iglesia prohibió sacar este tipo de obras a México, las repintaban por encima para disimularlas y poder así

trasladarlas hasta la Nueva España), pinturas que hasta que no llegaron al Villamontaña y comenzaron con el proceso de restauración de las telas, no se volvieron a descubrir. Así fue el caso de este enorme retrato de Juan de Palafox y Mendoza, consejero real de Indias entre 1633 y 53, Virrey y Capitán general de la Nueva España (casi ná), que ahora luce su original esplendor.

Y entre historia e historia, trago a trago, el mezcal hace mella en mi cansancio y decido retirarme. Por la mañana quiero dar un paseo por el jardín, donde me han prometido que veré plantas originales y únicas, como la Pata de Elefante a la que me abrazo, un árbol de 470 años, al que han bautizado como Don Sebastián tras superar una peligrosa infección en su tronco y ser tratado con reiki para conseguirlo. También me dicen, veré algunos cactus de anormales formas o las Aves del Paraíso, unas extrañamente gigantes flores blancas en peligro de extinción.

México en moto: Camino a Guadalajara

A las ocho de la mañana mi nuevo acompañante (si, se van turnando los motoculbs y no permiten que ruede sola) me espera  bajo el arco de salida traído piedra a piedra desde Francia con otra increíble historia.  Salimos rumbo al norte, esta vez viajaré acompañada hasta la última parte del camino, para  finalizar el día en ciudad de Guadalajara.

Me alejo de Michoacán y los guardianes de su cultura, tan rica y  particular. Según voy llegando a Guadalajara los sentimientos se acumulan en mi cabeza…y en el corazón. Voy a volver a ver a las personas que en 2012 me ayudaron durante mi paso por esta ciudad. Me esperan en un peaje (no recuerdo que lo hubiera en mi aventura anterior). Después de una ruta llena de curvas y rectas, con bastante calor y poco tráfico, casi antes de empezar a caer el sol, llego hasta el peaje donde habíamos quedado. Paro en un lateral y bajo a estirar las piernas. A lo lejos veo varias motos que se acercan. Son ellos.

Cuando nos encontramos los abrazos se suceden y las miradas a los ojos me hacen comprender que realmente se alegran de volver a verme. Un poco de descanso en un hotel al que amablemente me invitan y una gran cena, divertida, entre platos mexicanos, salsas picantes y mucho glamour. A los mexicanos les gusta tanto celebrar y divertirse como a nosotros. Al día siguiente tengo una entrevista en casa de otro amigo que edita una revista, la misma que años atrás se hacía eco de mi pasada por esta ciudad durante la vuelta al mundo. Es como un gran flash back, una regresión que me divierte y fascina a la vez.

México en moto: Comer, beber, bailar, ¡esto es México cuates!

Al día siguiente salgo temprano rumbo a la costa del Mar de Cortés, a Mazatlán. Allí pasaré unos días para conocer este ciudad desde la que embarcaré en el ferri que me llevará hasta La Paz, capital de Baja California Sur. Pero esto es México y tras quedar con un grupo de motoristas en una gasolinera a las afuera de Guadalajara y decidir ir por carretera «libre» (es decir, evitando la autopista), salimos rumbo al oeste. Como no, a mitad de camino de las cinco horas que me separan de la costa, paramos para comer.

El lugar es una parrilla situada entre la carretera libre y la de pago, sobre un talud elevado y con una terraza techada enorme. Bajo el toldo gigantesco se disponen una treintena de mesas. Aquí la gente vienen a disfrutar de los típicos tacos, tortillas y carnes a la brasa de esta parte del país. Nos encontramos con otro grupo de motoristas entre los que me siento a comer. Pero estos cuates (amigos) siempre guardan sorpresas y esta vez es musical:  han llamado a unos mariachis para que toquen. Como no, me sacan a bailar. Me lo estoy pasando bomba. Cuando el medio día toca su fin, reanudo el camino, esta vez acompañada solo por uno de ellos que me escolta hasta la costera ciudad de Mazatlán.

México en moto: Mazatlán, ¡viva el carnaval!

Por fin entro en la provincia de Sinaloa, una de las más peligrosas de México debido al tráfico de droga y el crimen organizado. La otra vez pasé por la Barranca del Cobre, una carretera de tierra rascada entre las laderas de una montaña, llegaba justo por la dirección contraria a la que lo hago hoy.  Mazatlán es una ciudad muy antigua, rellena de casitas blancas, ambiente playero y gente relajada. Muchos de sus turistas son norteamericanos.

Me espera el director de Expomoto, el mismo que me invitó a dar la conferencia y gracias al que pude hacer este viaje. Francisco es un tipo increíble, multifacético, un artista. Es una mente inquieta, y entre las cosas a las que se dedica, bien una pasión muy especial: diseña y fabrica las carrozas del carnaval más famoso de estas latitudes.

Me lleva a su casa y ya acompañados de su estilosa mujer, me llevan de paseo para conocer la ciudad. Mazatlán me sorprende, con razón la llaman «La perla del Pacífico». Es una ciudad que mira el mar, con un  paseo marítimo o malecón de los más grandes del mundo (21 kilómetros de longitud). La plaza del pueblo luce con todas sus galas navideñas, en pocos días será Navidad y el ambiente que se respira, aunque haga calor y no frío, es auténtico.

Visitamos varios restaurantes y lugares para tomar algo por la parte antigua de la ciudad, me quedo impresionada con el estilo de las casas. Muchas aún están en ruinas, otras las han sabido restaurar sin abandonar esa parte antigua y decadente, creando así un estilo muy particular. La comida en uno de estos restaurantes, es deliciosa y el ambiente muy  agradable. Escribo una nota mental mientras cierro los ojos y grabo el ambiente en mi cabeza:  «tengo que regresar y pasar más tiempo, conocer sus playas, su vida, su costa…». Regresamos a casa entrada la noche, yo duermo en un precioso apartamento de estilo marinero.

Al día siguiente me dirijo hacia la terminal de carga del ferri, que me llevará a una nueva aventura, esta vez en solitario. Pero antes doy el último paseo por Mazatlán.  Por otra parte de la ciudad donde me explican que el camarón, uno de los alimentos más típicos y extendidos de México, aquí es el rey. En esta época del año la venta del camarón es ilegal, pero nadie dice nada, ni siquiera la policía que patrulla cerca del mercado. Están deliciosos de cualquier manera. Visito los puestos de las señoras y alucino con la cantidad de colores, tamaños y tipos de camarón.

En menos tiempo del que creía, embarco en el ferri para comenzar la parte más épica del viaje: mi ruta por la Baja California. Un recorrido extremo por sus temperaturas, humedad, pistas y escasez de lugares donde repostar. Un viaje en zig zag por una península mítica.

Leer el anterior post que habla de Yucatán y Chiapas…Mèxico en Moto I

Información sobre hoteles:
San Cristobal de las Casas, Hostel Rossco, hotel amigo de los motoristas pincha aquí.
Hoteles Boutique de México, lugares mágicos para descansar, pincha aquí.
Hotel Oasis, Loreto, Baja California, disfrutar del mar con la moto al lado. Amigos de las motos, restaurante y ubicado en un Pueblo Mágico pincha aquí.
Hotel Alfonsinas, Baja California, un lugar donde descansar y vivir la belleza de la costa del Mar de Cortés, amigo de motoristas y muy buena atención, pincha aquí.

Alicia Sornosa

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