Cruzar la barrera que separa Mauritania de Senegal sólo nos costó cinco euros. Es lo que pasa cuando se viaja con el tiempo justo; que hay que pagar determinados «peajes». La primera parada sería llegar hasta el Lago Rosa, en Dakar. Una vez atravesamos el puente que separa ambos países por encima del río todo cambió para nosotras.

Veníamos de atravesar el árido Mauritania, un país que no nos había dejado ningún buen sabor de boca tras el saqueo que sufrimos en su frontera y donde el viento y las tormentas de arena nos habían amargado la ruta.

El paisaje se tornó del amarillo desértico al verde brillante, la gente también cambió, nos recibieron con una amplia sonrisa mientras el policía de aduanas nos tomaba huellas digitales y foto. En Senegal no hay que pagar visado, tan solo unos pocos euros para el permiso de circulación de las dos motos.

Camino al Lago Rosa en Dakar: la cerveza

Estábamos contentas y salimos por fin de una frontera con ganas de descubrir el país que guardaba. Nos dirigimos a Sant Louis. Allí, gracias a la colaboración de BTheTravelBrand y su oficina de #XperienceMadrid, dispusimos de una bonita habitación en un hotel con piscina, limpieza y gente amable. Lo primero fue acercarnos al bar y refrescarnos con una cerveza.

En Senegal la marca local se llama Gazelle y son unas botellas de casi un litro de líquido burbujeante que sirven frescas, una cerveza liviana y muy rica que no hemos dejado de beber durante todo el viaje.

Sant Louis es una ciudad que guarda el tesoro de la colonización francesa. Calles estrechas, edificios bonitos y decadentes, una cocina deliciosa basada en su omnipresente «yassa», una suerte de sofrito de cebolla con mantequilla y algo de mostaza que iremos probando en todas partes acompañando pollo, pescado o carne de vaca.

Camino al Lago Rosa en Dakar: una pista infernal

Desde esta ciudad atestada de pescadores y sus «cayucos» pusimos rumbo al mítico Lago Rosa. El día, como todos desde que entramos en África, fue caluroso desde el principio. Esta vez sin problemas con la gasolina, pero más tarde de lo que deberíamos, llegamos hasta la pista que nos conduce hasta este lago tan conocido gracias al famoso rally de resistencia, el París-Dakar.

Al Lago Rosa, en Dakar se puede llegar por carretera, perfectamente asfaltada y casi hasta su orilla. No fue el caso. Nos desviamos siguiendo las indicaciones del Maps.me y nos metimos en un gran «berenjenal». Una pista de tierra roja que en principio parecía sencilla. Nos detuvimos para hacernos fotos con un precioso baobab, el primero que veíamos desde que llegamos. Los niños pasaban entre los camiones subidos en sus carros, tirados por pequeños burritos.

No desaprovechamos la ocasión de subir a su montura y hacernos algunas fotos con ellos. También les dimos las suyas. Gracias al proyecto «regalar sonrisas» que llevo haciendo en mis viajes, puedo ofrecerles su imagen en papel: llevo una cámara instantánea de la que os hablaré en otra ocasión.

Camino al Lago Rosa en Dakar: el calor insoportable

Poco a poco el firme del suelo se empieza a transformar en arena. Blanca, fina, cubriendo los agujeros hechos por los pesados camiones. Uno, dos, tres, cuatro…se acercan de frente, por detrás, nos llenan de polvo y hacen que nuestra visibilidad quede reducida al mínimo.

Estamos cansadas y la temperatura de más de 40 grados no nos ayuda. Pero llegar hasta el Lago Rosa es lo que nos hace esforzarnos sobre la arena. Se nos termina el agua, la boca se nos seca y los camiones no dan tregua, lo único bueno es que cuando la moto de Raquel toca el suelo por enésima vez, ellos se bajan y. la ayudan a ponerla en pie.

Esto evita que yo tenga que buscar donde detener la mía y caminar bajo el sol abrasador los metros que nos separan, además de perder más fuerza levantándola la la par.

Tardamos casi una hora en cubrir los 20 últimos kilómetros por la arena, pero por fin, llegamos hasta el mítico lago. Allí está, plateado, reluciente, con sus barcas y un verde intenso en su orilla. Ya en nuestro hotel, justo enfrente del cartel dedicado a quien puso en el mapa este lugar, una Gazelle bien fría nos esperaba tras el checking. Mañana será otro día…

Y así fue, un merecido descanso tras una jornada muy dura, llena de polvo, arena, calor y poca agua. El amanecer en el lago, al día siguiente nos hizo olvidar lo malo y nos dejamos de nuevo, llevar por el espíritu del viaje.

Siempre pensando en poder llegar a País Bassari y entregar a Edouard su moto. Convivir y ver qué se está haciendo en Campamentos Solidarios, una iniciativa de Alvaro Planchuelo. Una moto, la de Edouard, con la que lleva soñando más de 10 años y con la que podrá continuar su labor en la comunidad de preside.

El viaje, acaba de comenzar…puedes dejar tu ayuda en este link, además de saber cuál es la historia de Edouard.

Alicia Sornosa

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